Suele ser
costumbre que una vez dentro del teatro, esperando la función en cuestión,
todo el público asistente se comporte “correctamente”, de un modo sobrio, “elegante”,
preferiblemente sin llamar mucho la atención.
Pero, qué puede ocurrir si en un momento dado liberamos nuestros impulsos más personales, sin oprimirlos, por incomprensibles que parezcan.
Fotos: NoArtista NoArtist. Teatro Olimpia de Huesca, 2012
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