"1936"
(Del libro "Cuando tú me leas dentro de mil años")
Fue en la edad de nuestro primer amor,
cuando los mensajes son propicios al precoz embelesamiento
y los suaves atardeceres toman un perfume dulcísimo
en forma de muchacha azul o de mayo que desaparece,
cuando unos hombres duros como el sol del verano
ensangrentaban la tierra
blasfemando de otros hombres tan duros como ellos,
tenían prisa por matar para no ser matados
y vimos asombrados con inocente pupila
el terror de los fusilados amaneceres,
las largas caravanas de camiones desvencijados
en cuyo fondo los acurrucados individuos
eran llevados a la muerte como acosada manada,
era la guerra, el terror, los incendios, era la patria suicidada,
eran los siglos podridos reventando;
vimos las gentes despavoridas en un espanto de consignas atroces
iban y venían, insultaban, denunciaban, mataban,
eran los héroes, decían golpeando
las ventanillas de los trenes repletos de su carne de cañón,
nosotros no entendíamos apenas el suplicio
y la hora dulce de un jardín con alegría y besos
fueron noches salvajes de bombardeo, noticias lúgubres,
la muerte banderín de enganche cada macilenta aurora
y héteme aquí solo ante mi vejez más próxima preguntar en silencio
¿qué fue de nuestro vuelo de remanso,
por qué pagamos las culpas colectivas
de nuestro viejo pueblo sanguinario;
quién nos resarcirá de nuestra adolescencia destruida
aunque no fuese a las trincheras?
Vanas son las preguntas a la piedra
cuando los mensajes son propicios al precoz embelesamiento
y los suaves atardeceres toman un perfume dulcísimo
en forma de muchacha azul o de mayo que desaparece,
cuando unos hombres duros como el sol del verano
ensangrentaban la tierra
blasfemando de otros hombres tan duros como ellos,
tenían prisa por matar para no ser matados
y vimos asombrados con inocente pupila
el terror de los fusilados amaneceres,
las largas caravanas de camiones desvencijados
en cuyo fondo los acurrucados individuos
eran llevados a la muerte como acosada manada,
era la guerra, el terror, los incendios, era la patria suicidada,
eran los siglos podridos reventando;
vimos las gentes despavoridas en un espanto de consignas atroces
iban y venían, insultaban, denunciaban, mataban,
eran los héroes, decían golpeando
las ventanillas de los trenes repletos de su carne de cañón,
nosotros no entendíamos apenas el suplicio
y la hora dulce de un jardín con alegría y besos
fueron noches salvajes de bombardeo, noticias lúgubres,
la muerte banderín de enganche cada macilenta aurora
y héteme aquí solo ante mi vejez más próxima preguntar en silencio
¿qué fue de nuestro vuelo de remanso,
por qué pagamos las culpas colectivas
de nuestro viejo pueblo sanguinario;
quién nos resarcirá de nuestra adolescencia destruida
aunque no fuese a las trincheras?
Vanas son las preguntas a la piedra
y mudo el destino insaciable por el viento,
mas quiero hablar aquí
de mi generación perdida,
de su cólera,
mas quiero hablar aquí
de mi generación perdida,
de su cólera,
paloma en una sala de espera
con un reloj parado para siempre;
de sus besos nunca recobrados,
de sus besos nunca recobrados,
de su alegría asesinada
por la historia siniestra
de un huracán terrible de locura.
(Miguel Labordeta)
Tremendo y hermoso al mismo tiempo este poema de Labordeta, que yo no conocía. Gracias, Pedro Mari. Un abrazo fuerte.
ResponderEliminarSiento lo mismo Matilde.
EliminarUn beso amiga !!!
.