La
revolución del estado
permite albergar
algunas esperanzas
sobre el
destino de las fiestas patronales
establecidas
para la desintoxicación mental
y el
caos de las cañas de cerveza.
El cuerpo
revolucionario,
el colectivo
de patriotas cobardes,
subidos a
las espadas por drogas orientales
vigilan,
indican,
la dirección
del viento entre los olmos,
la desangelada
manera de arrodillarse
ante tanto
poder y corazas aceitosas,
caras gomosas
después de un esfuerzo.
Saltemos
a la lancha y
mantengamos
el volumen del cassette a tope.
Mañana
ningún trabajo va a secuestrar
nuestras brillantes
ideas sobre el mundo.
Tortuosas
y rápidas respuestas al deseo corporal,
informaciones
políticas que nos empujan
a tanques
de cubalibres que son un valium
entre tanto
desconcierto.
José Mari
Mur, “Chichola”
(“Interminable el desengaño”, 1992)
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Este Chichola no cree en nada. Es su manual de supervivenciap
ResponderEliminarEn algo debe creer, digo yo...
Eliminaraunque quizás sea (in)cierto.
SALUD!!
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