Reconozco que hoy no voy a ser muy original, pues llevo en mente reproducir una reflexión que circula desde hace días por las redes sociales.
También debo decir que yo, personalmente, manifiesto mi apoyo a madres y padres por igual, aunque el texto esté dedicado especialmente a las madres.
Antes de nada, de géneros y posicionamientos varios, tod@s somos personas, radicando ahí el sustento de la humanidad.
Después de esta breve pero necesaria introducción, paso a mostraros el texto tal cual, sin modificar ni una letra...
¿Qué
tienen de especial las madres de niñ@s especiales?
En primer lugar, tienen un poder de reacción que es
envidiable. Todas han debido superar el trance del diagnóstico y sacar fuerzas
de flaqueza.
Pensemos que, después de recibir la noticia, nada es igual, ya no es igual ni
el sol ni la lluvia, ni son iguales los bebés ni las mamás…todo cambia, es el
antes y el después del diagnóstico. Y, ante este cambio, el ancla es la madre,
es la que reacciona, devuelve la serenidad, tranquiliza, es la que busca la
información, es la que aprende, es la que enseña.

De golpe
y porrazo su rol de madre se ha visto complicado y ella nunca había considerado
siquiera esa posibilidad. Esa madre, dispuesta a ser simplemente madre, ha
debido aprender a cumplir tantos roles… médico, enfermera, terapista, maestra,
al tiempo que cumple su papel de madre. Debe soportar que se desdibuje su rol y
que a veces prive lo que no es pertinente al proyecto primigenio; debe aceptar
de buen grado la intromisión de una persona “de afuera” que le enseña cómo
relacionarse con su hijo, que le indique todo… cómo darle de comer, cómo
hablarle, cómo cantarle, y además debe acudir animosa al examen semanal en el
que deberá rendir cuentas de lo hecho.

Las
madres especiales ven a su hijo especial a través de un cristal de tinte
distinto… lo aman, lo miman, lo protegen, lo cuidan y lo evalúan
constantemente… quizás sólo lo miren como hijo cuando esté dormido y cuando no
tengan que ver si saca la lengua o se sienta con las piernas abiertas o se le
desvía un ojo…
Las madres especiales también se ven presionadas por el entorno, se sienten
siempre en situación de examen; van por la calle escudriñando la expresión de
los caminantes, van al jardín de infancia atemorizadas por un posible informe
negativo de la maestra, van de compras pretendiendo que su hijo sea un dechado
de cualidades porque sienten que eso les exige la sociedad; van, temerosas,
ante las docentes y terapistas a preguntar el por qué de una metodología o de
un objetivo cuando, si fuese un niño común, directamente cuestionarían el tema
y lo llevarían ante una reunión de padres de clase… pero allí son las únicas,
están solas y no se animan a plantear un tema como ése a los demás…

Los demás
miran los logros de sus hijos con asombro y se lo hacen saber en forma de
“elogio simpático” y ellas siguen sufriendo en soledad porque les marcan las
diferencias y no las similitudes. No falta quien, ante el niño especial en una
fiesta infantil, pregunten si toma Coca Cola y hay que tener mucha presencia de
ánimo para responder “si hay, sí; si no, jugo por favor”… Y cuando la madre va
a buscar al niño, no faltará la abuela que le comente “viera lo bien que jugó y
cómo se reía con el payaso” y la madre hará de tripas corazón y asentirá con
una sonrisa…

Las
madres especiales tienen el privilegio de conocer momentos de profunda
felicidad y satisfacción que las madres comunes, a veces, no saben apreciar…
cada logro, cada progreso serán motivo de una alegría sin par y les darán
fuerzas para seguir adelante, poniendo una canción en su corazón que perdurará
en los momentos de desaliento.
Las madres especiales trabajan y reeducan a tiempo completo… no lo deberían
hacer, pero es tal el ansia de ver bien a sus hijos, de alcanzar las metas
deseadas, que no cejan y siempre incorporan lo pedagógico en las circunstancias
más informales. Cuando discuten una alternativa de tratamiento y plantean que
no están conformes con la misma, deberán soportar que algunos las miren con
suficiencia como planeando que “aún no han asumido la realidad del diagnóstico”
y ellas deberán retirarse, sumisas…, salvo algunas que son las que “rompieron
las cadenas”, sabiendo en su fuero íntimo que tienen razón por tener
aspiraciones para sus hijos y no debiendo conformarse con lo que “graciosamente
les conceden”.

Las
madres especiales parecen ser madres de ciudadanos de segunda, y se espera que
agradezcan cualquier concesión ya que a veces, si no han recibido la ayuda
oportuna, caminan por la vida como pidiendo disculpas por lo ocurrido.
Lo terrible es que las madres especiales tienen días de veinticuatro horas como
el resto de las madres y en ese lapso deberán atender a todo lo estrictamente
pertinente a su rol, también a lo terapéutico y, por si esto fuera poco,
deberán sobreponerse a los obstáculos, superar los prejuicios, enseñar con el
ejemplo y tener una paciencia de santas.

También
las madres especiales deberán contar con una dosis de realismo superlativo que
le permita aceptar que su hijo no ha alcanzado ni alcanzará esos objetivos que
se habían fijado con anterioridad, aceptar que su hijo no tiene el rendimiento
óptimo que le permitiría aspirar a esos resultados que aparecen en los libros y
en los medios de comunicación; deberán reconocer esta situación, aceptarla y,
sin bajar la guardia, plantearse nuevos objetivos más acordes con esa persona
que es su hijo. Ellas sentirán, en ese momento, que están solas, que fracasan,
que hicieron algo mal… y deberán superar solas ese momento de honestidad.
Por eso
nos pareció que hoy debíamos reflexionar acerca del papel de las madres
especiales, que muchas veces (afortunadamente) están acompañadas por padres
especialísimos que se arremangan y se meten en el fragor de esta lucha, y
rendirles el justo reconocimiento que su tarea diaria bien merece.
Mi enhorabuena a tod@s ell@s!!!
http://mpspapas.wordpress.com/2013/03/29/que-tienen-de-especial-las-madres-de-ninos-especiales/