Llanto menudo,
chirriar de estrellas
derrumbadas sobre cualquier camino
o vecindad del agua.
Piedra sin ser,
larva insignificante
de una
plaga. Pequeña miseria en libertad.
Veneno para el pie que con su peso te asesina.
Resbaladiza causa
por donde gime
la esperanza sin forma de las cosas.
Piedra rodada de las nubes y el viento.
Gota de lluvia
congelada en tierra.
Guijarro enano, hombre enano, piedra enana;
piedra multiplicada -proliferada- como piedra
obediente de grandes mandamientos.
Piedra que me abasteces de muchedumbre,
burlándote, graciosa, de mi pequeña soledad.
Glóbulo blanco y rojo de mi sangre,
célula irresistible de mi cuerpo,
que me haces andar sobre ti misma.
Blanca, amarilla en piel; negra, piel roja,
en la cama redonda de las leyes divinas
de la piel de la Tierra.
Piedra como el amor, desnuda incertidumbre,
cárcel desconocida,
guijarral de los astros más rebeldes.
Celda tú misma. Celda mía. Mazmorra
de mis pasos.
Mundo aparte del mundo.
Mineral que padece la soledad más múltiple
en su gemido ahogado y colectivo.
Piedra infantil: yo soy tu propio llanto.
De "Las Humanas Heridas de las Piedras" (1971)
recogido en ANTOLOGÍA DE LA POESIA
COSMICA Y TANATICA
DE
JUAN ANTONIO VILLACAÑAS (1922-2001)
Frente de Afirmación Hispanista, A.C.
México 2004
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